Inseguridad ciudadana en Lima y otras percepciones difusas
Reflexión
"Nada es verdad nada es mentira todo depende del cristal con que se mira"
El sábado le robaron a mi hermana. En la puerta de la casa de mi familia.
Una avenida transitada no significa seguridad, una casa tampoco... las cosas están cambiado de a pocos y creo que da para pensar sobre esto.
Toda mi vida he vivido en el Rímac y en mi vida me han asaltado 3 veces, dos en el Rímac y una en Miraflores, así que por estadísticas, al menos desde mi perspectiva, el Rímac no debería estar tan mal.
Sin embargo, es la tercera vez que le roban a mi hermana en el año. La segunda vez en la semana que roban en la puerta de mi casa. Es el robo número siete del que me entero en el 2014 en mi distrito y en lo que va del año he visto cinco veces como se suben a robar al transporte público o han robado en un paradero (ya sea en la Av. Arequipa o en la Av. Abancay).
Cualquiera pensaría que soy un salado de mierda y que por donde paso roban, pero no; no es el caso. La inseguridad ciudadana es pan de cada día. Cada programa dominical tiene su segmento de "los cogoteros de acá o de allá" y los periódicos rebasan con noticias de muertos, ajustes, sicarios, robos, estafas y ministros que se refieren a estos problemas como "percepciones" o "problemas de los criminales" (¿así era no? ¿"que se maten entre ellos"?). Y mientras nos mordemos la cola, el terrorismo rebrota como flor primaveral a punto de estallarnos de nuevo en la cara como en los viejos tiempos.
La historia se repite. Porque todo es cíclico y porque somos una sociedad con dirigentes merecidamente imbéciles. ¿No fue acaso la desigualdad y la indolencia lo que hizo que la violencia urbana nos invadiera desorganizada y organizadamente hace más de treinta años? Los canebos, los pirañitas, las barras bravas, Sendero y el MRTA fueron fruto de ambas condiciones que hoy se repiten, apadrinadas por un gobierno decididamente pelotudo.
La coyuntura macroeconómica se encargó de ensancharnos los bolsillos para poder meter más fichas que día a día metemos en las maquinitas de las que ellos son dueños. ¿Realmente hay progreso en poder comprar hamburguesas gourmet? ¿En serio es un indicador de adelanto para el país que hasta los recicladores tengan smartphones? ¿Es tan loable tener la capacidad económica de comprar en tiendas que nos venden la materia prima a la que no podemos darle nosotros mismos valor agregado, a un precio ridículamente alto? ¿Quién carajo necesita audífonos de ochocientos soles para escuchar al programa de Edwin Sierra en la combi?
La plata, sin educación, estupidiza; y somos un país sin educación. No podemos ver la brecha que estamos abriendo porque nuestro alcance visual es pobre. Y mientras hacemos más grande esa separación entre lo superficialmente ostentoso y lo desesperadamente aspiracional, la calle sigue siendo el campo de batalla y nadie arbitra: policias coludidos, o en una función teatral que nos venda la ilusión de tener una autoridad real; niños sin futuro que se alimentan de "Esto es guerra" y quieren plata para el teléfono y el corte de pelo de Cristiano Ronaldo; adultos ensimismados en el consumismo más asqueroso, dispuestos a pagar miles de soles a un colegio "exclusivo", o a una tienda que les venda el televisor full HD 4D que les permita ver "al fondo hay sitio" en familia; jóvenes hedonistas, esclavos del marketing personal, generación "Y"...
¿Y? Todo lo que he escrito es verdad, ¿o traemos a Burresti con un costal de chuño para que me desmienta? Tampoco, tampoco ¿no? tampoco, tampoco.