Dejé Facebook. Y estoy feliz. 

Me cansé de la careteada y de la gente que vive de la cultura del like; de la gente que quiere solo leer las citas del maricón de Coehlo y ver figuritas de la virgen maría con alguna tontería para que la gente pueda poner like y sentirse mejor consigo mismo.

El otro día leía una entrevista a Shirley Manson y ella se preguntaba, con justa razón, "¿Dónde están los rebeldes?" y su respuesta era que no existen más, porque ahora tenemos gente que busca aprobación con su rebeldía. Es la cultura del "me gusta", la cultura del "like", donde todo el mundo está en vitrina y todos venden su mejor cara y su mejor postura por un par de likes, y como consecuencia de esa búsqueda infinita de autoafirmación, nadie quiere mirar abajo del puente y ver la basura, nadie quiere levantar la alfombra.

Les duele pensar, les duele porque pensar significa darse cuenta que están haciendo el payaso de sí mismos, con relaciones falsas (virtuales), con autopercepción falsa y con una proyección de imagen falsa y marketera. Nos hemos convertido en productos. Esto es "Los juegos del hambre" sin la producción exagerada, sin el súper presupuesto.

Me fui del Facebook y volveré porque es un habitat en el que vale la pena ser incómodo. Que el mundo se de cuenta que todavía hay osos polares. Por más que nos quiten el piso y la comida, por más que seamos bichos incómodos, porque les gusta vernos en un comercial de coca cola haciéndonos los cojudos, pero no les gustaría tener encima rugiendo a un carnívoro de 3 metros de alto. Eso somos los que tenemos convicciones, equivocadas o no, pero propias y sustentables, los que no comemos likes, sino focas, focas hipócritas y vacías como ellos que solo aplauden en el circo de la redes sociales.